Cuando uno es un chaval y sus padres le ponen normas, trata de agudizar el ingenio para hacer lo que le de la gana sin incumplir las citadas normas.
Hace años, cuando la bajada al puerto de San Vicente era una peligrosa rampa de tierra, llena de surcos provocados por la lluvia, una de las excursiones que yo tenía prohibidas era pasar mas allá del "Ayuntamiento". A partir de ese punto, "la calle ya no era San Vicente do Mar, ya era una peligrosa carretera en la que los coches venían lanzados". El problema es que en la playa conocida hoy como la del puerto, es decir la Playa O Espiño, por entonces había un tipo que alquilaba pedaletas, y claro, ¿cómo alejar a un niño del deseo de montarse en tan maravilloso artilugio?
La manera de llegar a dicha maravilla de la técnica nautica, era a través de las rocas que unían en puerto y la playa. Visto hoy en día, la ruta que seguíamos era bastante más peligrosa que la de la carretera principal, pero "¿Cómo hacer razonar a un padre?" ¿Y como no disfrutar de una maravillosa excursión por las rocas como si uno estuviera atravesando una peligrosa cordillera?
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