Que ganas tengo de ir. Esta tarde cargaré a la pitufa, a la mamá y a las tres toneladas de equipaje en la patera con ruedas y para San Vicente. Bueno, a Noalla, a casa de mi suegra, porque la casa de San Vicente no está tan bien acondicionada para el invierno.
Desde hacía muchos años no pasaba tanto tiempo sin ir por allí, y la verdad es que se me ha hecho durilla la cosa. Este año, tengo la suerte, igual que el pasado de poder coger la Semana Santa entera. A ver si hace buen tiempo y puedo volverme con una buena colección de fotos e historias para poder seguir con este blog.
Un saludo y nos vemos en San Vicente.
sábado, 31 de marzo de 2007
miércoles, 14 de marzo de 2007
Falta de previsión (por mi parte)
Preveyendo mi encierro obligado actual, hace unos meses, hice bastantes fotos para poder ir tirando con el blog mientras la niña crecía lo suficiente como para estar preparada para aguantar la hora larga que me lleva llegar hasta San Vicente do Mar.
El caso es que en su momento hice esta foto con la idea de hacer el jueguecillo de la cuadríacula, pero es que ahora que me he decidido a ponerla, ¡¡¡no tengo ni puñetera idea de dónde es!!!
sábado, 10 de marzo de 2007
¿Batería de Costa desmantelada?
Aparece en La Voz de Galicia:
Le diré a Bea Costa que la Batería militar de San Vicente lleva allí muchos años, y los que conocemos bien San Vicente, y no por que hicieran un paseo, sabemos muchas historias de ella. Los que pasamos nuestra infancia montados en una bicicleta conociendo hasta la más recóndita esquina de San Vicente, bien recordamos los letreros de "Zona militar, prohibido el paso", que a algunos nos asustaban, bien sabemos que es la mejor zona de pesca de la península y también, algunos conocemos alguna historia truculenta.
Personalmente, pienso que sería maravilloso que Defensa entregara a Medio Ambiente la gestión de esa zona, y que evidentemente no se construyera nada allí y se convirtiera en una zona a salvo de la mano del hombre, pero personalmente me molesta el tono del artículo de Bea Costa, que parece tener algo en contra de los militares, los habitantes de San Vicente y de la intervención de la mano del hombre, aunque si no fuera por esta última nunca podría haber escrito su artículo. ¿Hipocresía? Puede que sí, porque por donde hoy hay un paseo de madera, en su momento había un sendero, que algunos hemos recorrido más de una vez. ¿O es que un sendero es demasiada naturaleza toda junta y ya no gusta?
Un luxo militar
09/03/2007
(Firma: BEA COSTA)
OS VELLOS sábeno, sobre todo se lles tocou facer a mili no Grove. Pero seguro que aínda hai moitos mozos que descoñecen que San Vicente do Mar ofrece unha estampa que ben puidera servir de escenario a unha película bélica ambientada no século pasado, cos seus aramados de espiño e os seus canóns apuntando cara o Atlántico. É a batería militar. Un lugar creado hai sesenta anos para labores de defensa da costa, que nunca houbo que utilizar, e que hoxe só se usa para manobras e adestramento da Brilat. Este couto do Exército ocupa unha zona privilexiada desde o punto de vista ambiental e paisaxístico. Balcón ao Parque Natural Illas Atlánticas, consérvase virxe de cemento e lixo, e por suposto de turistas. Un paradoxo. Tiveron que ser os militares os valedores deste paraxe que, doutro xeito, seguro que acabaría converténdose noutra urbanización tipo Pedras Negras.
Grazas pero xa abondou. Tendo en conta que as guerras xa non o son o que eran e que esta batería está asentada nunha reserva natural de primeira orde, vai sendo hora de que pase a patrimonio de todos. Parece que nesas andan. O ministro Alonso dixo que vai propoñer que as baterías sexan xestionadas polo Ministerio de Medio Ambiente para que «puedan ser los ciudadanos españoles los que puedan disfrutar de estas instalaciones».
Cando hai cinco anos descubrín a batería, fíxeno porque daquela abriuse a pasarela de madeira de San Vicente, pola curiosidade de ver un canón asomar entre os toxos, escalando entre os penedos e co medo de saber que estaba nun lugar prohibido. Seis meses despois foi o propio Exército o que tivo que autorizar a un rexemento de civís entrar nos seus dominios para limpar o chapapote do Prestige . Con sentidiño e sen paseos de granito rosa Porriño, pero todos merecemos que nos permitan o luxo de respirar salitre e mirar para os corvos mariños fronte a Ons.
Le diré a Bea Costa que la Batería militar de San Vicente lleva allí muchos años, y los que conocemos bien San Vicente, y no por que hicieran un paseo, sabemos muchas historias de ella. Los que pasamos nuestra infancia montados en una bicicleta conociendo hasta la más recóndita esquina de San Vicente, bien recordamos los letreros de "Zona militar, prohibido el paso", que a algunos nos asustaban, bien sabemos que es la mejor zona de pesca de la península y también, algunos conocemos alguna historia truculenta.
Personalmente, pienso que sería maravilloso que Defensa entregara a Medio Ambiente la gestión de esa zona, y que evidentemente no se construyera nada allí y se convirtiera en una zona a salvo de la mano del hombre, pero personalmente me molesta el tono del artículo de Bea Costa, que parece tener algo en contra de los militares, los habitantes de San Vicente y de la intervención de la mano del hombre, aunque si no fuera por esta última nunca podría haber escrito su artículo. ¿Hipocresía? Puede que sí, porque por donde hoy hay un paseo de madera, en su momento había un sendero, que algunos hemos recorrido más de una vez. ¿O es que un sendero es demasiada naturaleza toda junta y ya no gusta?
sábado, 3 de marzo de 2007
O Bao
jueves, 1 de marzo de 2007
En coche, a dedo, en tren... ¡¡¡como sea!!!
Cuando uno fue adquiriendo "cierta autonomía", pude ir haciendo escapaditas de fin de semana, fuera de la temporada estival, y cuando el tiempo lo permitía. Me pasaba la semana pendiente del tiempo, los jueves, en La 2, daban la previsión hasta el domingo, y como todo fuera propicio, hacía el petate.
Evidentemente no tenía un duro, por lo que había que agudizar el ingenio. Llamaba a todos los conocidos y padres de conocidos posibles para ver si nos conseguíamos acoplar en sus coches. Rapiñába comida en la despensa de casa y rebuscába por todos los bolsillos tratando de encontrar monedas o billetes (ilúso de mi).
La mayor parte de las veces hacía el recorrido acompañado, y teníamos que recurrir al DIN A3 con el letrero: PONTEVEDRA. Nos colocábamos a la entrada de la AP-9 en La Coruña, que era donde estudiábamos, el viernes a medio día, y a partir de ahí... paciencia.
La verdad es que siempre nos cogía, unas veces a los 10 minutos, otras a la hora. Alguna vez nos llevaron de Pontevedra directamente, otras veces había más mala suerte y nos dejaban en Santiago, por lo que había que recurrir de nuevo al cartel.
Al dejarnos en Pontevedra había que caminar hasta el Puente de la Barca y empezar de nuevo. Aquí nos pasaba de todo: Unas veces nos cogían hasta Combarro, a Sanxenxo, a A Revolta o cuando había suerte haste O Grove o al cruce de San Vicente. La verdad es que la gente que nos cogía e iba a O Grove, solía acercarnos hasta San Vicente. Podríamos hacer un libro con las anécdotas de los viajes "a dedo": Gente con expresiones como "dame el trucutrú" para pedir el recibo de la autopista, o "titanólogos" osea, expertos en el titánic, con ganas de dar clases magistrales; recuerdo que bajamos del coche aguantando la risa porque pensámos que el tipo seguro que quería soltar la "megachapa titanóloga" a la familia y estos le escapaban como locos...
La vez que mejor nos salió el viaje fue una en la que nos dejaron en Santiago, concretamente en la entrada de la autopista de San Lazáro, y allí, tras media hora de espera nos recogió el que resultó ser el párroco de San Vicente do Grove. ¡¡¡Nos dejó en la puerta de casa!!! Al bajar del coche, yo le decía a mi amigo: "Ves, hay que ir más a misa".
Otras veces, en tiempos de bonanza económica, teníamos controlados los horarios de autobuses y trenes. Sabíamos que si cogíamos el de las 17:00 en A Coruña, a las 19:10 estábamos en Pontevedra y a las 19:45 salía un bus a San Vicente do Mar, uno de los únicos dos que había al día en invierno.
La vuelta, sobretodo en primavera era más cómoda. Siempre alguien nos acercaba a Pontevedra, Villagarcía o Santiago y desde allí en tren, aunque otras veces nos acoplábamos a un coche de alguien que nos llevaba "puerta a puerta".
Evidentemente no tenía un duro, por lo que había que agudizar el ingenio. Llamaba a todos los conocidos y padres de conocidos posibles para ver si nos conseguíamos acoplar en sus coches. Rapiñába comida en la despensa de casa y rebuscába por todos los bolsillos tratando de encontrar monedas o billetes (ilúso de mi).
La mayor parte de las veces hacía el recorrido acompañado, y teníamos que recurrir al DIN A3 con el letrero: PONTEVEDRA. Nos colocábamos a la entrada de la AP-9 en La Coruña, que era donde estudiábamos, el viernes a medio día, y a partir de ahí... paciencia.
La verdad es que siempre nos cogía, unas veces a los 10 minutos, otras a la hora. Alguna vez nos llevaron de Pontevedra directamente, otras veces había más mala suerte y nos dejaban en Santiago, por lo que había que recurrir de nuevo al cartel.
Al dejarnos en Pontevedra había que caminar hasta el Puente de la Barca y empezar de nuevo. Aquí nos pasaba de todo: Unas veces nos cogían hasta Combarro, a Sanxenxo, a A Revolta o cuando había suerte haste O Grove o al cruce de San Vicente. La verdad es que la gente que nos cogía e iba a O Grove, solía acercarnos hasta San Vicente. Podríamos hacer un libro con las anécdotas de los viajes "a dedo": Gente con expresiones como "dame el trucutrú" para pedir el recibo de la autopista, o "titanólogos" osea, expertos en el titánic, con ganas de dar clases magistrales; recuerdo que bajamos del coche aguantando la risa porque pensámos que el tipo seguro que quería soltar la "megachapa titanóloga" a la familia y estos le escapaban como locos...
La vez que mejor nos salió el viaje fue una en la que nos dejaron en Santiago, concretamente en la entrada de la autopista de San Lazáro, y allí, tras media hora de espera nos recogió el que resultó ser el párroco de San Vicente do Grove. ¡¡¡Nos dejó en la puerta de casa!!! Al bajar del coche, yo le decía a mi amigo: "Ves, hay que ir más a misa".
Otras veces, en tiempos de bonanza económica, teníamos controlados los horarios de autobuses y trenes. Sabíamos que si cogíamos el de las 17:00 en A Coruña, a las 19:10 estábamos en Pontevedra y a las 19:45 salía un bus a San Vicente do Mar, uno de los únicos dos que había al día en invierno.
La vuelta, sobretodo en primavera era más cómoda. Siempre alguien nos acercaba a Pontevedra, Villagarcía o Santiago y desde allí en tren, aunque otras veces nos acoplábamos a un coche de alguien que nos llevaba "puerta a puerta".
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